En mi muñeca izquierda tengo un tatuaje blanco de una flecha que representa una metáfora: Para lanzar una flecha con un arco, tienes que primero jalar la cuerda hacia atrás. La resistencia que se genera de este retroceso es la misma que le da el impulso para que, una vez que sueltes, la flecha salga disparada a toda velocidad hacia su objetivo. Lo mismo pasa con la vida. Hay veces que te jala para atrás, pero no es porque estés retrocediendo, sino porque estás preparándote para ser lanzado.
Este tatuaje me lo hice en febrero del 2017, hace casi 5 años, y me lo puse sabiendo que en algún punto de la vida las cosas se iban a poner difíciles y que iba a necesitar ese recordatorio. Pues bueno, ese tatuaje me lo puse para el 2021…
Mi 2021 fue un año difícil. Hermoso, pero difícil.
Y eso no quiere decir que fue un mal año, porque para nada lo fue. Fue un año en el que descubrí, reí, bailé, viajé, canté, experimenté, tuve conversaciones transformadoras y conocí gente increíble. Fue un año en el que tuve incontables momentos de amar la vida con gozo, agradecimiento y plenitud. Y aún experimentando toda esa magia, fue el año más retador de mi vida.
Opinión poco popular, pero para mí el 2020 fue el mejor año de mi vida. Fue un año en el que me expandí, y expandí y expandí. En el que la vida me dio limón tras limón y yo, con mi personalidad entrona y mi fuego, hice limonada de todos los sabores. Lancé 2 negocios, transformé mi cuerpo, crecí muchísimo a nivel personal y espiritual, organicé un reto de ejercicio al que se metieron 700 personas, me empecé a certificar como maestra de yoga, la lista sigue. Éxito tras éxito. Era tanta la abundancia que me vendí a mí misma la idea de que este supply de limones sería infinito siempre y cuando yo lo creyera dentro de mí, fuera agradecida, y los exprimiera. Estaba en la cima del mundo.
Llega el 2021 y obvio mi plan para el año era una continuación de esta producción mágica e infinita de limonada. Dándolo por hecho, me visualicé a mí misma con mis negocios desbordando dinero, feliz, exitosa, viviendo en un departamento sola y pagando mi renta, con el novio perfecto que le había pedido previamente en una cartita de Santa al Universo, etc. Lo visualicé y me fundí en el sentimiento de tenerlo todo. Seguí la receta de manifestación al pie de la letra.
Pero al parecer el Universo tenía otros planes para mí en este año.
Que si el 2020 había sido para enseñarme creación y expansión, el 2021 me iba a enseñar vulnerabilidad, resiliencia y a sostenerme a mí misma a través de todo.
Vulnerabilidad:
Los primeros meses del año me estaba yendo increíble en cuanto a trabajo. Tantra Studio, mi agencia creativa, estaba recibiendo cliente tras cliente y proyecto tras proyecto. A diferencia de Keter, que es una entidad que veo separada de mí, la cual tiene su propio dinero, el dinero de Tantra es MI dinero, mi cuenta personal. Con estos ingresos pago 2 sueldos, casi todos mis gastos e intento ahorrar. Era mi primer año con la agencia entonces no conocía aún muy bien cuales son los ciclos naturales del negocio: temporadas bajas, altas, etc. En junio lo descubrí.
Pasé de tener proyectos nuevos todo el tiempo a nada, de tener un ingreso fijo y constante a quedarme practicamente en ceros. Al principio me mantuve en calma, tenía un colchón de 2 meses de sueldos y la certeza de que clientes nuevos llegarían sin yo tener que buscarlos. Así había sido siempre. Supply infinito de limones, duh. Pero pasa un mes, y nada pasa. Empecé a entrar en pánico, el piso que me sostenía tembló por completo.
Fue ahí que me di cuenta que mi sentido de seguridad personal y autoestima estaban sostenidos en gran parte mi seguridad económica. Me encontré a mi misma comparándome con todo y con todos y sintiéndome menos al ver que alguien tenía algo que en ese momento yo no podía tener.
Me sentí traicionada por el Universo. ¿qué no teníamos un trato? ¿no se suponía que tú me das limones y yo hago limonada? Terca, seguí pretendiendo que todo se iba a solucionar mágicamente con un poco de paciencia. Pero el Universo se mantuvo firme hasta que de verdad me empecé a quedar dinero y ahora si la amenaza fue muy real.
En mi sistema de creencias está muy instalada la necesidad de verme fuerte, “en control”. La vulnerabilidad nunca ha sido algo que me viene fácil, ni para expresarla con los demás ni para expresarla conmigo misma. Pero llega un punto en el que ya no puedes ignorar lo ignorante que estás siendo por no estar dispuesta a percibirte débil. Tuve que aprender a ser vulnerable como nunca antes para poder sacarme de esa situación.
Me forcé a hablar seriamente conmigo y preguntarme: ¿realmente quieres esto?, ¿qué estás dispuesta a hacer para sacarlo adelante? Tuve que ser vulnerable para reconocer que tenía miedo, para reconocer que tenía resistencia y para poder perdonarme por tener miedo y resistencia. Tuve que ser vulnerable para salir a vender siendo una persona que odia vender, para pagar sueldos de mi propia bolsa cuando se me acabó el colchón de Tantra, sabiendo que yo me iba a tener que apretar más. Tuve que ser vulnerable en tener conversaciones difíciles con mis empleadas y en expresarles mi experiencia como humana de 26 años intentando navegar toda esa responsabilidad.
Una vez que me permití ser vulnerable, esta me permitió abrazarme en mi dolor, darme palabras de aliento en mi miedo y reconocerme como humana imperfecta, descifrando su camino. La vulnerabilidad de permitirme a mí misma estar incómoda fue lo que me sacó adelante. La capacidad de decir: no pasa nada si no estás cumpliendo con el plan que tenías, no importa si las cosas no son lo que esperabas, yo se que duele pero te perdono, te amo y te acompaño a seguir adelante.
Resiliencia:
En nada me fue realmente “mal”, pero yo estaba acostumbrada a que el éxito de algo que hago sea directamente proporcional al impulso y las ganas que le pongo. También estaba acostumbrada a sentir golpes de certeza cuando hay algo que tengo que perseguir. Toda mi vida he operado desde un impulso y una voz que me dice hacia dónde. Pero este año el impulso se cayó la boca y me dejó sola, sin tener idea a dónde moverme. Aún así, me dispuse a trazar mi propio mapa y esperar que este me llevara al lugar correcto.
La única manera en que puedo explicar mi experiencia es como si prendieras un cerillo con la visión de empezar una fogata, pero llega una ráfaga de aire y lo apaga. Entonces prendes otro cerillo, y otra ráfaga. Otro cerillo, otra ráfaga. Otro cerillo, otra ráfaga. Otro cerillo, otra ráfaga.
Nunca en mi vida había sentido tanta impotencia de que las cosas no se me dieran. Jamás me había sentido tan perdida ni desalentada. Después de incontables cerillos prendidos y apagados, de estar desesperada, ansiosa, con miedo y con el corazón roto, me quedaron 2 opciones: rendirme y dejar de intentar o seguir presentándome cada día con la esperanza de que el siguiente cerillo que prendiera fuera el bueno.
2021 me enseñó que a pesar del aire, nunca quiero ser la persona que se rinde. Que a pesar del aire, tengo fe en mí y en la fogata que puedo encender. Que a pesar de la impotencia, el miedo y el heartbreak de que lo que estás intentando hacer no te está saliendo, es más grande la convicción de que si sigues prendiendo cerillos, eventualmente te va a salir. Hoy sé que pase lo que pase, me puedo seguir presentando con mi mejor cara y con toda mi fe a prender cerillos. También tengo la certeza de que el supply de cerillos, a diferencia de los limones, sí es infinito. Lo único infinito es lo que viene de mí.
Sostenerme a mi misma:
Se pudiera decir que el 2021 fue un año en el que tuve que lidiar con todo estando sola, pero a mi me gusta más pensar que lo hice estando conmigo.
Yo fui la que estuvo para alentarme, apapacharme, motivarme, sermonearme, abrazarme, contenerme y perdonarme. Yo fui la que se llevó a terapia, escribió página tras página de cómo se sentía, se forzó a incomodarse, encontró certeza en la incertidumbre, se presentó con su práctica de yoga y con la vida todos los días. Yo fuí la que me convenció de seguir prendiendo cerillos y de que ser vulnerable no me hace debil. Fui yo la que me tomó de la mano y la apretó fuerte en los momentos más oscuros. La que me sacó a la mala de una relación que quería desesperadamente pero que si me hubiera quedado me hubiera destruido. La que destapó e intentó sanar sus heridas y traumas, la que tuvo conversaciones con su niña interna que llevaron a mucho, mucho llanto. Yo fui la que tuve que aprender a no juzgarme, a perdonarme por no cumplir con mi plan, a quererme aún más en los días que quería odiarme. Yo fui la que me convenció de nunca, nunca dejar de tener fe en el Universo y de agradecer todo el aprendizaje. Estuve conmigo todos los días, en todos los momentos.
El 2021 me alejó de todo lo que quería, pero me acercó más que nunca antes a mí. Me hizo saber que realmente puedo contar conmigo y que voy a estar ahí para sostenerme en cada catástrofe. Gracias a que me TUVE que sostener, ahora sé que puedo hacerlo.
Gracias a que logré salir del otro lado, ahora sé que siempre que me tenga a mí misma voy a salir de lo que sea. Gracias a sentirme débil, chiquita y perdida, ahora me reconozco fuerte, enorme, invencible.
De todo corazón, te deseo que el 2022 te traiga todo lo que sueñas y mucho, mucho más. Pero en caso de que no sea así y la vida decida que te toca recibir unas cuantas cachetadas, te deseo que encuentres la fortaleza para sostenerte a través de los terremotos, que cultives la resiliencia de seguirte presentando cada día a prender un nuevo cerillo y que con vulnerabilidad te puedas ver a los ojos, te aceptes y te perdones por todo lo que quisieras que sea y no es.
Pero más que nada te deseo que nunca pierdas la fe en tu magia y en la magia del Universo, ya sea que la puedas entender en ese momento o no. Por mi parte, yo estoy increíblemente agradecida con el 2021 por no darme lo que quería, sino lo que necesitaba para hoy sentirme más orgullosa que nunca de ser yo.
Comments