Cada año tiene lo suyo. Entre más pasan los años, más me doy cuenta de esto. Cada uno tiene su esencia, su invitación a explorar diferentes ángulos de la vida y a aprender y crecer desde ahí.
El 2020 fue intro-expansión, el 2021 vulnerabilidad y persistencia, el 2022 fue brillo y el 2023, sin lugar a dudas, fue paciencia.
Lo supe desde muy temprano en el año, que la vida me estaba pidiendo paciencia, y siguió siendo cierto hasta el final. En el 2022 sembré muchas cosas que, optimista e ignorantemente pensé que cosecharía en el 2023. Pero entre la siembra y la cosecha lo que hay es tiempo: tiempo para regar, para nutrir la tierra, para observar, para limpiar las hiervas malas. Las cosas tienen sus ciclos, y no puedes forzar que los frutos de lo que plantaste crezcan cuando sea conveniente para ti. Crecerán a su tiempo, tendrás que ser paciente, seguir trabajando y confiar/cruzar los dedos para, cuando llegue el momento de cosechar, lo que creció sea lo que esperabas cuando plantaste.
Paciencia a la vida, paciencia a Dios y paciencia a mi misma.
Yo sabía que el 2023 era el año en el que me iba a salir de mi casa, pero cuando empezó el año no sabía a dónde. Me fascina Ciudad de México, y tenía el deseo de que el Universo conspirara conmigo para mudarme allá, pero como siempre, me decisión es no decidir yo, sino fluir, permitir que la vida me muestre cuál es el mejor lugar para mi. Sabía que eventualmente la claridad llegaría, pero mientras tanto, lo inteligente era no moverme.
Así que la primera mitad del año fue de tener mentalmente un pie ya fuera de mi casa, pero sabiendo que no podía moverme aún. Fue de observar a amigas mudándose y estar feliz por ellas y celosa a la vez, deseando para mi misma lo que ellas estaban teniendo, pero sabiendo que mi momento llegaría. Y eventualmente llegó, la claridad que tanto esperaba, y que me indicó que de momento el mejor lugar para mí sigue siendo Monterrey. Fuck, yo quería CDMX, pero paciencia también a eso, que yo sé que eventualmente allá estaré.
Ya que decidí mudarme, la misión era manifestar el depa perfecto; de esas pocas joyas bien ubicadas, bonitas Y baratas que son casi imposibles de conseguir pero que existen, y que yo sabía que una sería para mí. Eventualmente encontré el depa perfecto, literalmente perfecto, que es en el que ahora vivo :), pero eso también requirió paciencia. De que lo fui a ver por primera vez a que firmamos contrato y nos entregaran las llaves pasaron casi 2 meses, que es significativamente más de lo común.
Lo inteligente hubiera sido seguir buscando opciones, tener un Plan B, pero desde que yo puse un pie en ese depa dije: este es MI depa. Me empecé a visualizar ahí y decidí sostener esa línea del tiempo con convicción. Si este es mi depa, ¿entonces para qué buscar más? Hice lo posible por mantenerme tranquila y segura mientras pasaban las semanas sin respuesta ni certeza, mi intuición me decía que si era paciente y confiaba, iba a ser recompensada. Me requirió muuuucho mindfulness mantener el dedo en el renglón sin temblar, pero eventualmente la recompensa llegó.
Keter también requirió mucha paciencia, mucho quitarme del camino y observar sin intervenir, pero al mismo tiempo trabajar muy duro y con mucha esperanza y determinación. Desde el inicio del año ya se sentía como que el fin se aproximaba, pero aún quedaba amor, intención y energía por darle. Fueron muchos meses de transición, de lentitud intencional, de estrategia, de determinación. Determinación y paciencia. Al final, el cierre vino, pero sin resentimiento, pues le dimos todo, no quedaron hubieras. Me presenté con intención cada día y paciencia a presenciar como el destino se iba revelando. Hice mi parte y la historia y contó sola, por lo que me voy en paz, en mucha paz, emocionada por lo que sigue.
También fue de mucha paciencia a mi misma, a los procesos rudos que pasé este año, que fueron muchos. A las veces que no supe bien cómo manejar el ser humana, y paciencia que aún lo sigo descifrando. Paciencia sin juicio, y también en las veces que no pude evitar juzgarme. Paciencia mientras cierro el espacio entre donde estoy y donde quiero estar, y comprensión a que cuando haces las cosas de la mano de Dios nunca vas temprano ni tarde, siempre estás justo a tiempo.
Aprendí a soltar expectativas, aprendí a observar y a observarme. Paciencia a ser imperfecta, y aprender a dejar de intentar perfeccionarme. A simplemente quererme, a simplemente, como soy, aceptarme. Me ha costado y me cuesta, puede haber muchas cosas bien y por una “mal” juzgarme. Paciencia también a esto, a no agregar capas extras de vergüenza y expectativa que no son necesarias. Que así como las cosas que siembro allá afuera, adentro también hay tiempos de siembra y cosecha.
Entre procesos paciencia; paciencia y confianza. Es lo que me enseñó el 2023.
Gracias, gracias, gracias
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