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Oaxaca, te llevo en mi corazón

Y de pronto ya estoy en otro avión en camino a casa, pero casa fue también Oaxaca estos últimos 2 meses. 60 días de amar las aventuras y sentir el privilegio y la bendición de vivirlas.


Estoy segura que regreso diferente, aún no tengo claro cómo, pero me inunda la curiosidad de descubrirlo estando de regreso en mi contexto habitual. En mi experiencia con otros viajes importantes e intercambios, el verdadero cambio lo percibes no mientras lo estás viviendo, sino cuando regresas a un lugar de antes siendo el de después.


Algunas cosas si las sé con certeza:


Los últimos 2 meses fueron de mucha magia: de verla, hacerla, sentirla y vivirla. 

Fueron de conexión profunda: conmigo, con Oaxaca y con personas que encontré en el camino.

Fueron de creación: de proyectos, de historias, de visiones y de manifestaciones.

Fueron de compartir: conversaciones, abrazos, tragos, cigarros, energía y canciones.

Fueron de reconocerme: mágica, fuerte, amorosa, real, humana, vulnerable, resiliente, cambiante, imperfecta, ambiciosa, hermosa.

Fueron de agradecer: todos y cada uno de los días en todos y cada uno de los momentos, incluso en los difíciles.

Fueron de contener: mi proceso, el de los que me rodeaban, a una gatita embarazada. En un abrazo apretado, en una escucha presente, en honrar la verdad de cada uno.

Fueron de brillar: por primera vez sin miedo a dejar ciega, cada vez con más luz y más pureza, atreviéndome a iluminar.

Fueron de expresar: a través de canto, de baile, de poemas, reflexiones, diseños, vestimentas y la manera de moverme por el mundo.

Fueron de confiar: en mí, en mi poder, en mi intuición, en mis ángeles y en que todo lo que me sucedería sería lo mejor para mí.

Fueron de soltar: expectativas, juicios, identidades, limitaciones, vicios, el peso de ciertas personas.

Fueron de encontrar: más y más partes de mí, al verlas desde diferentes perspectivas.

Fueron de impactar: este es siempre el más grande privilegio y honor.

Fueron de observar: el mar, los atardeceres, las personas, sobre todo a mí misma.

Fueron de permitir: dejar ir la resistencia, renunciar a imponer y dejar que la experiencia me mostrara lo que ella quería ser.


Permití que la vida fuera quien baila, y que yo fuera el baile, y no al revés.


Me voy plena, me voy feliz, me voy orgullosa de mí por atreverme a vivir mi verdad, con una confirmación más de que si escucho a mi voz interna siempre seré recompensada.


Me voy más que nunca sabiendo quién soy y sabiendo también que nunca terminaré de descubrirme. Pero me emociona, me emociona la aventura de experimentar esta oportunidad de ser yo que no cambiaría por nada. Amo mi historia porque se siente tan mía. Me voy hambrienta de futuras aventuras, donde sea que Dios quieres que las experimente. 


Gracias, gracias, mil veces gracias.

Oaxaca, te llevo en mi corazón.

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