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Mi relación con Dios

Hoy te voy a platicar de mi relación con Dios.


Quiero empezar diciendo que jamás pensé que algún día sería la morrita que escribe de Dios, pero oh cómo cambian las cosas. También creo importante mencionar que para mi Dios, Universo, creador, la fuente, o como le quieras llamar a tu concepto de divinidad, son lo mismo. Hoy lo voy a llamar Dios porque es lo que en este momento se siente más personal. 


Por lo general me gusta escribir de lo que voy experimentando, aprendiendo, e integrando en mi vida, pero mi vida ahorita está neta en un punto tan abstracto e impredecible que la única seguridad que tengo es Dios. No se qué voy a estar haciendo en un mes, no se dónde voy a vivir en dos. Hay muchos signos de interrogación que conforman mi vida desde que decidí salirme de mi casa y lo único que me ha permitido mantenerme tranquila es saber que tengo a Dios como pilar para ayudarme a sostenerlo todo con gracia y ligereza. 


Pero mi relación con Dios no siempre fue así…


Como la mayoría de los Mexicanos, crecí católica. Mi familia no era ni cerca la más mocha, pero si fui a colegio católico toda primaria y secundaria e íbamos a misa todos los domingos hasta que mi papá empezó a usar silla de ruedas y la logística lo empezó a complicar muchísimo. Y aunque el catolicismo es con lo que crecí, nunca, ni de muy chiquita, me hizo click. Yo siempre he sido curiosa; me gusta cuestionar y encontrar el porqué detrás de todo y me frustraba mucho toparme con pared con todas mis preguntas con respecto a la religión y que las respuestas fueran “porque así es y así dice la biblia y ya”. Con todo y eso hice mi primera comunión y  luego mi confirmación a los 15 con toda mi generación porque era lo que tocaba. 


Dios nunca ha estado en duda para mí, pero había tantas otras cosas que sí. ¿Porqué tengo que ir a contarle mis pecados a otra persona que seguramente también peca?, ¿porqué no ir a misa el domingo me convierte en menos digna de ganarme el cielo?, ¿no sería lógico que Dios tuviera compasión para la gente a la que no se le facilita ir como a mi familia en ese entonces?, ¿porqué me van a jalar los pies en la noche por haber ido a que me lean el café? Esta última fue amenaza de una de mis maestras de secundaria cuando se enteró que mis amigas y yo habíamos ido a una lectura.


Fueron pasando los años y siguieron surgiendo más dudas y cosas que nada más no me cuadraban sobre la iglesia, hasta que eventualmente decidí que ya no quería formar parte e identificarme con ella.


A los 22 me fui de intercambio a Tailandia y conocí a un grupo de indios musulmanes que se convirtieron en mis mejores amigos y hermanos (y novio) y que me enseñaron muchísimo sobre su religión. Despertó en mi una curiosidad sobre la divinidad que nunca antes había experimentado y me dediqué a ver documental tras documental, a leer el Corán, a hacer muchas, muchas preguntas.

En el Islam encontré muchísima verdad y me encantaba que para todas mis preguntas había fundamento y explicación, hasta el grado de que llegué a considerar convertirme en musulmana.

Pero también veía mucha restricción y mucho ego que no resuenan conmigo y tampoco me cuadraban. Mucho “nosotros somos los que tenemos la verdadera verdad”. 


¿Porqué siempre la competencia entre religiones? ¿Porqué tiene que estar una bien y todas las demás mal?


Empecé a pensar en Dios y las religiones como si fueran una metáfora.  Cualquier persona que haya tenido una conversación profunda conmigo te podrá decir que soy una persona que usa muchas metáforas. Y si la soy. Las amo. Las metáforas me parecen una maravilla para explicar y comprender cosas complejas de manera simple. 


Así que ahí te va:


Imagínate que “el cielo” es Hawaii, la meta obviamente es llegar a Hawaii, y las religiones son como equipos que van en camino a Hawaii. Cada equipo tiene su embarcación, su plan de navegación, su estrategia para llegar al destino, sus reglas para mantener la armonía del equipo y sus teorías de qué es lo que encontrarán en Hawaii. El problema, a mi parecer, es que lo convirtieron en una competencia. Dejaron de lado lo que tienen todos en común (ganas de trascender a la luz) y se empezaron a enfocar en las diferencias; en cómo y cuando llegarán, asumiendo que su equipo es el mejor y el único que lo logrará. 


Para empezar ni siquiera sabemos si vamos a llegar al “cielo”; ni católicos, ni judíos, ni musulmanes, ni hindús, ni los que le rezan a la santa muerte, ni nadie. Todos lo aseguran, ¿pero qué pruebas tenemos realmente?  Además vale madre, ¿no? De verdad no creo que ese sea el punto. Pienso que lo importante es simplemente la intención y devoción por llegar a Hawaii, ya sea en balsa o crucero o avión o remando o nadando o en un equipo o en otro o como cada quien quiera. Y creo también que estar muy enfocada en cómo lo están haciendo los demás solo me quita tiempo, energía y atención a cómo lo estoy haciendo yo, que es mi única responsabilidad. 


Así que como no me convence ningún equipo, decidí que me voy a Hawaii sola. Y créeme que desde que partí caminos con la iglesia, empezó realmente mi relación con Dios. Una relación que he ido descubriendo y nutriendo a través de los años y que entre más exploro más me revela. Entre más abrazo, más me abraza.


Me diseñé mi propia religión, mi balsita personal que me lleve a Hawaii. Está conformada por todo y por nada; una mezcolanza ecléctica de todo lo que resuena con mi alma. Tiene elementos de todas las religiones que he elegido adoptar a mi estructura después de mucha observación y cuestionamiento. No estoy en competencia con nadie, en mi balsa cabe y es bienvenida la sabiduría de todos.


El soundtrack oficial son mantras hindús, que he descubierto que siempre alegran mi corazón. Mis modelos navegantes a seguir a todos aquellos que vivan y prediquen amor y consciencia; Jesús, Buda y Oprah siendo algunos de mis favoritos. Depende de la corriente y los retos que se vayan presentando en el camino, invoco a María, a los arcángeles, a Ganesha, a Lakshmi, o al que crea que me puede ayudar en ese momento. Comprendo que estas figuras no son más que representaciones de diferentes energías a las que puedo recurrir cuando necesito que me acompañen y tiren paro. Respeto a la luna y el rol que juega en las corrientes y procuro estar al tanto de qué otras cosas están pasando en el cielo que puedan impactar en mi camino. Y también me tengo a mí, mi capacidad de observación, sabiduría y la voz interna que me guía, siempre usando el amor como brújula.


Yo no sé si llegue o no llegue a Hawaii, pero vaya que estoy disfrutando el camino. Cada día aprendo más y me siento más cerca. Y aunque voy en mi balsa personal, nunca estoy sola, Dios me acompaña en todo momento. La neta yo no tengo ni idea hacia dónde estoy yendo. Yo solo veo mar y más mar y más mar, pero es su sabiduría la que me va diciendo por dónde y su luz la que ilumina el camino cuando está oscuro.


Sé que mi única responsabilidad es hacer silencio para poder escucharlo y confiar en que me está llevando a la dirección correcta. Aunque me sienta perdida, aunque las olas estén gigantes y piense que me voy a voltear y ahogar, sé que si sigo la voz de Dios que habla a través de mí estoy en el camino correcto a Hawaii. Y si no llego, por lo menos disfruté el camino de una manera que se sintió completamente mía. 


¡Que Dios te bendiga hoy y siempre!

- Jimena

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