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Manejar por la neblina

El otro día me pregunté a mí misma: Jimena, ¿qué esperas de este año?, ¿cuál es el plan?


Es una pregunta que me hago cada año, y cada año me armo una película en mi cabeza digna de un Oscar. Me lo imagino todo: los logros, los viajes, las conversaciones transformadoras, las posturas de yoga por dominar, el cuerpo soñado. Soy una hopeless optimist, entonces mis películas siempre son muy hermosas pero muy ambiciosas. Me gusta visualizar porque me da el impulso para ir a perseguir mis sueños; mi naturaleza storyteller y mi drive hacen buen equipo. Pero aún cuando si he logrado manifestar muchísimo de lo que he soñado, jamás, absolutamente nada ha sucedido como lo había imaginado. La vida nunca sucede como la planeo. Ya me está quedando claro que por más que yo sea una gran escritora en mi película, hay una fuerza más grande sentada en la silla del director. 


Así que mi respuesta este año es: no tengo ni idea. No sé qué esperar. No hay plan. 

Siempre que planeo e imagino es porque puedo ver más allá. Como si fuera manejando en una carretera y tengo vista al horizonte 360º. No sabré lo que hay en la siguiente parada hasta que llegue ahí, y aún así mi imaginación arma la historia con lo poco que alcanza a ver. Pero si mi vida sí es una carretera, en este momento estoy pasando por un tramo con neblina, de esos que no alcanzas a ver más allá de 5 metros a la redonda. 

Este es mi peor escenario. A mí me gusta ir manejando relajada, en un día soleado, viendo al horizonte e imaginando el destino al que me dirijo. Cantando a todo pulmón y con pie pesado en el pedal. Para manejar en neblina tengo que ir despacio y estar 100% atenta al volante, lista para maniobrar lo que se vaya revelando entre las nubes.


Solo puedo esperar lo inesperado.

Para mi gran sorpresa, estoy amando la neblina. 


Como solo puedo ver 5 metros a la redonda, solo esos 5 metros son mi responsabilidad. Lo que hay más allá aún no existe y no tengo punto de referencia para crearlo en mi imaginación. Existirá solamente conforme vaya avanzando. Es la primera vez que en verdad me siento presente, lo cual suena raro siendo una persona que predica y practica el mindfulness y el estar aquí y ahora. Y la verdad si me hecho muy buena en traer mi mente a donde está mi cuerpo, pero un ojo siempre se mantiene viendo al horizonte. Hasta ahora, porque el horizonte ya no existe. Me siento libre. 


Aprovechando que no puedo ver más allá, voy a tomar este tramo de neblina para enfocarme en estar aquí. Mi nuevo approach es tomarme la vida día a día y permitir que poco a poco se me vaya revelando lo que sigue. Es un descanso bien merecido para mi imaginación compulsiva. Una novedad no tener la presión de mi propia película hipotética. Y lo padre es que no me pudo haber tocado neblina en mejor momento, porque el único propósito de año nuevo que me puse es justamente estar más presente.


En mi cuerpo y la comunicación con el mismo, más presente en detectar qué dispara ciertos malos hábitos y comportamientos, más consciente en mis interacciones, más en contacto con lo que resuena conmigo y con lo que no. Todo esto es imposible de lograr si no estoy 100% aquí y ahora, y gracias a la neblina no me queda de otra.


Lo primero que estoy aprendiendo es que se siente incómodo no ver el horizonte. Estaba tan acostumbrada a ver más allá que siento extraño acortar mi perspectiva a lo que tengo enfrente. Me está haciendo revaluar el camino que ya recorrí. ¿Estaba realmente presente cuando pasé por x lugar? ¿Qué tal cuando viví esto y me sentí 100% ahí pero pasó un día y ya estaba pensando en lo siguiente? Es incómodo no ver el horizonte, pero es más incómodo darme cuenta que por estar viendo el horizonte tal vez me desconecté del camino y me perdí de muchas cosas que estaban pasando a mi alrededor.


No sé si esté siendo dramática o si en verdad sí hubo mucho que me pasó desapercibido. No me puedo regresar a averiguarlo porque esta carretera es de solamente un sentido, pero tomo la nota mental para cuando se vuelva a despejar el camino.


También tengo una nueva frase favorita: Si hoy se siente bien, está bien. 


Como no puedo ver a mañana, todo se está tratando de hoy. Y si me enfoco en hoy, me doy cuenta que no me importa cómo se ven las cosas, sino cómo se sienten. De hecho, esto es lo único que realmente importa. Y lo sé porque las cosas en mi vida que he manifestado, por más que nunca se han visto como las imaginé, siempre se han sentido cómo esperaba que se sintieran. Se trata de manifestar la sensación, la escena es lo de menos. Aunque se te cumpliera tu visión más grande al pie de la letra, si no te sientes bien en el momento que estés ahí, no habría manera de que la disfrutes. Entonces cada día que llega me pregunto: ¿esto se siente bien? Y me atrevo a escucharme sin juicio.


En vez de que me controle la visión de mi futuro, hoy permito que tome el control mi sabiduría y mi intuición.


Se me han revelado varias cosas…

  1. Que si me permito ser quien soy hoy sin la presión de quién quiero ser en un año, descubro que todos los días soy diferente. Todos. Y eso no me aleja de mi meta, porque mi meta real es ser la versión más auténtica de mí misma. Más allá de mi ambición por exprimir la vida y lograr cosas, quiero ser auténticamente feliz, así que elijo sentirme hoy como me quisiera sentir siempre.

  2. Que aunque me permita ser diferente todos los días, al final del día siempre soy la misma persona. Y a esta persona le funciona mucho tener hábitos establecidos. Los hábitos son como el GPS que me dan sentido y dirección tanto en el sol como en la neblina. Los tengo que llevar conmigo a donde vaya.

  3. Que me había desconectado por completo de la intuición de mi cuerpo al comer. Por querer llegar a un cuerpo meta, los últimos 2 años había estado comiendo más proteína, menos carbohidratos, etc. Pero desde que empezó enero he estado comiendo intuitivamente, preguntándole a mi cuerpo realmente qué es lo que quiere y necesita y dándole el espacio para que me responda. Al permitirle eso, he redescubierto cosas que ya sabía. A mi cuerpo le gusta comer plant based. Él no está preocupado por cómo  yo lo quiero ver en el espejo en 2 meses. Está preocupado por cómo va a digerir su siguiente comida. 

  4. Hablando de la siguiente comida… Por más que el enfoque sea en el momento presente, si puedo ver a 5 metros de distancia, esos 5 metros son mi responsabilidad. Aunque esté aquí y ahora, también me corresponde planear cuál es la siguiente decisión correcta. Pero solo la siguiente. 

  5. Que la razón por la que estoy disfrutando la neblina cuando usualmente sería mi peor pesadilla, es porque sé que aunque no vea ni madres, estoy en el camino correcto. También tengo la tranquilidad de que no me voy a estampar con ningún trailer enfrente de mí, ya me di cuenta que en esta carretera la única que transita soy yo. 

No sé cuanto vaya a durar este tramo de neblina. Sé que eventualmente el cielo se va a aclarar y volveré a ver el horizonte, pero espero que todavía quede un ratito de solo poder ver a 5 metros de distancia. Me siento más libre, más ligera y llena de curiosidad.

Decidí también que ya no quiero manejar yo. Mejor voy a dejar que mi intuición tome el volante y que mis hábitos sean el copiloto que guía el camino. Yo voy a sentarme atrás, escoger la playlist y disfrutar ir descubriendo los misterios que hay detrás de las nubes. Ya confío en mi intuición más de lo que confío en mi imaginación, sé que ella me va a llevar justo a donde quiero llegar.


Tal vez cuando se vuelva a aclarar el camino me sobrepasen las ganas de volver a tomar el volante. De hecho es muuy probable. Al final del día soy quien soy e imaginar es parte de mí. Solo espero recordar en ese momento la nota mental que hice: que cuando pongo toda mi atención en manejar hacia el horizonte, no puedo observar realmente el paisaje. Y espero que me intuición me recuerde que no tengo que manejar yo, que le puedo confiar el volante, irme sentada atrás y disfrutar el camino. 

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