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Desbloqueando a Jimena 2.0

El fin de semana pasado se casó Cons, una de mis mejores amigas desde hace años. Y para hacer el día todavía más especial se casó en Tepoztlán, un pueblito mágico que tiene un lugar muy importante en mi corazón y mi historia de vida.


Decidí volar 2 días antes para disfrutar Ciudad de México, que es y siempre será uno de mis lugares favoritos del mundo. Es una ciudad que significa muchísimo para mí porque viví en ella un año que me marcó profundamente. Estaba recién graduada y decidí mudarme a trabajar y tener mi introducción a la vida adulta en una de las ciudades más imponentes del mundo. A mi alma aventurera siempre le ha encantado el reto de enfrentarse contra una bestia de ciudad y sentir que puedo con ella, y a CDMX la hice mía.


Aprendí a fluir en ella como pez en el agua, a hackear el tráfico moviéndome en moto, a gozar la anonimidad y la posibilidad de algo nuevo en cada momento. Es una ciudad que me hace sentir libre, independiente, curiosa, fuerte… pero que también me conoce en mis puntos más débiles. Sabe bien quién es la Jimena que vivía al día con su sueldo de recién egresada, la que se sentía insegura, la que estaba apenas descubriendo su identidad, espiritualidad, sexualidad, la que necesitaba entender su lugar en el mundo y añoraba validación en tantos sentidos. 


Por eso ahora cada vez que vuelvo es super interesante. Es un encuentro entre la Jimena de 24 que vivía ahí y la que está visitando en otro punto de su vida; un pit-stop en el camino que me permite evaluar de manera objetiva cómo vamos la carrera. La experiencia siempre es diferente porque yo siempre soy diferente.


Las ultimas 2 veces que visité CDMX fueron en julio y en diciembre que cumplí años. Si leíste mi primera carta ya sabrás que en el verano yo la estaba pasando fatal. De hecho, planee ese viaje de julio en un intento desesperado de huir de todo lo que me atormentaba y “reencontrarme”. Me sentía vulnerable, abrumada y como si cojeara de una pata. Luego en diciembre fui con un signo de interrogación enorme en mi cabeza a darle la bienvenida a 27, que es una edad que me parecía super intimidante.


Cansada de las cachetadas de los últimos meses, estaba intentando reconstruirme y recuperar mi seguridad, entonces todo ese fin de semana jugué a ser una versión mucho más perrita de mí misma. En mi misión de conseguir ligues, peda y diversión para mi cumpleaños, pretendí ser una Jimena más cool, guapa, segura, sexy y buena vibra de lo que me sentía en ese momento. Cuando terminó el fin me sentí triunfadora, no solo porque logré proyectarme justo como quería, sino porque nadie se dio cuenta de que todo era un acto; que la Jimena que se veía por fuera no era la misma que yo me sentía por dentro. Se me sembró una semillita…


¿Qué si sigo actuando como la versión upgradeada de mi? ¿Que si experimento mis 27 años no como me siento por dentro, sino cómo me quiero proyectar hacia afuera?

Esto representa un reto en varios sentidos:

  1. Porque aunque parezca que soy muy abierta y easygoing, y si lo soy en mi cabeza, conmigo puedo ser muy cerrada. En gran parte es porque soy sumamente consciente de mí misma en TODO momento. Siempre digo que esta es mi mejor y mi peor cualidad. La mejor porque como siempre preveo todo lo que puede pasar a consecuencia de una acción o decisión que tome, tomo muy buenas decisiones. Literal no me acuerdo la última vez que me dio cruda moral. Pero también es la peor cualidad porque por lo mismo que analizo todo, no me permito a mí misma tomar muchas malas decisiones que harían muy buenas historias y evito ponerme en muchas situaciones. Estoy acostumbrada a caminar por la vida como si fuera un campo minado listo para explotar si no cuido mi siguiente paso. 

  2. Porque que necesito sentir que estoy en control todo el tiempo, y esta nueva versión de Jimena requiere que exponga mucho más de mí de lo que me hace sentir cómoda. Me queda claro que la vida no la puedo controlar, pero sí me puedo controlar a mí misma, entonces es lo que he hecho siempre. Me diseñé una identidad con la cual presentarme al mundo de manera segura y exitosa, destacando todas mis mayores cualidades. Me colgué etiquetas como inteligente, movida, buen pedo, creativa… que yo sé que puedo respaldar, y dejé de lado todas las demás etiquetas que siento que tal vez no puedo llenar los zapatos como la de la más guapa, carismática, coqueta, mejor cuerpo, etc. El discurso de mi ego dice que si no intento ser esas cosas entonces no hay posibilidad de que alguien me diga que no lo soy. No hay riesgo. Pero como dije, la versión 2.0 de mí misma requiere que me crea que lo soy todo: la más inteligente y guapa y sexy y carismática y espontánea y segura y buen pedo y creativa y mágica y TODO.

  3. El maldito síndrome del impostor. La voz en mi cabeza que me dice… ¿quién te crees que eres intentando ser todo eso? La que me quiere mantener segura y chiquita en una cárcel de conceptos limitantes. La que me hace cuestionar si puedo o no puedo llenar los zapatos de las etiquetas que quiero colgarme y me convence de mejor no intentarlo. Que trata de persuadirme a conformarme y sobre compensar con las cualidades que sí tengo seguras. La lucha con esta estupida voz que todo el tiempo me está advirtiendo del rechazo y la humillación que se aproximan es lo más difícil.

Aún así dije fuck it. Vamos a intentarlo. Estar abierta a todo. A planes, gente, encuentros, conversaciones, salidas, afters, viajes, desveladas. Sin tratar de frenar ni controlar ni prever lo que va a pasar el siguiente día. Siendo la versión máxima de mí misma y si en algún momento no me siento, fake it til I make it. Un esfuerzo activo por empujar las paredes de mi comodidad y callar a mi ego.


Desde que empecé con mi experimento de abrirme y decir si a la vida, la vida se abrió y me dijo si también a mí. Sentí un cambio inmediato en cómo me sentía yo, cómo me empezó a percibir la gente y las interacciones que se me empezaron a presentar.  Me impresiona pero a la vez era obvio, la encarcelación y la liberación siempre estuvieron dentro de mí. Solo era cuestión de darme permiso de salir y tomar el riesgo de vivir intensamente. 


¿Qué triste no? Qué triste y qué pendejada que por miedo al rechazo, a la humillación o al fracaso, me había quitado la oportunidad de experimentarme de más maneras a las que ya conocía como seguras. Qué triste que por mantenerme en control, mi ego me convenció de no intentar ser más de lo que siempre había sido. Como si no me lo mereciera. Como si las historias increíbles que puedo vivir si me atrevo a tomar el riesgo no valieran la pena. Como si mejor versión no valiera la pena. 


Pero bueno, me da gusto informar que este ultimo check-in que tuve con CDMX me confirmó que la vida favorece a los valientes. En estos meses de presentarme como Jimena 2.0 e intentar convencerme a mí misma de que soy, ya me convertí en ella. YA ME CONVERTÍ EN ELLA. kakhfkjdhflksljashkjfhks.


Todo el fin de semana que estuve allá me experimenté siendo ella y ¿adivina qué?, ya no tengo que fingir. Ya me siento ella de verdad. Además de que sigue sin llegar nadie a decirme… ¿quién te crees que eres? No puedes serlo todo, eres una impostora. En cambio he recibido unos cuantos… Te ves muy bien, ¿qué te hiciste?


¿Te digo qué me hice? Me la creí. Me creí que puedo ser una versión maximizada de mí misma y me reté a convertirme en ella. Eso es lo que hice. 


Como quiera aún no canto victoria. Si mi ego me tuvo convencida tanto tiempo de jugarla seguro y quedarme chiquita, sé que en un descuido me puede volver a convencer. Me tengo que mantener consciente. Y claro que aún me entra el síndrome del impostor y hay veces que siento que la que se ve por fuera y la que me siento por dentro no somos la misma. Más porque desde que soy Jimena 2.0, no me creo que esta sea mi vida. No me creo las personas, aventuras y posibilidades que he destapado por atreverme a callar la voz en mi cabeza y a ser una mejor versión de mí, que a consecuencia creó una mejor versión de mi vida.


Pero sí soy, y si es esta mi vida, y si me merezco no solo pretender sino ser y sentirme realmente mi versión más perrita siempre. Me encanta haber desbloqueado este nuevo nivel de mi misma, estoy segura que habrá mil más por desbloquear, y que emoción regresar siempre a CDMX a descubrirme en cada uno de ellos.

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