Uno de mis personajes favoritos de la filosofía Hinduista es Ganesha, el Dios con cabeza de elefante. Ganesha es conocido como el removedor de obstáculos, ya que ayuda a liberar tu camino de trabas y sufrimiento. Pero así como quita obstáculos, también los pone de vez en cuando para retar tu desarrollo espiritual. Lo que te presenta son pruebas que antes hubieras fracasado, pero que ahora tienes las herramientas para resolver siempre y cuando actúes desde la consciencia.
Casualmente (o no), Ganesha ha estado muy presente conmigo desde la semana pasada. Me ha estado apareciendo por TODOS lados. Random descubrí que también es el Patrón de las Letras; hay quienes invocan a Ganesha para que los acompañe durante sus sesiones de escritura (tipo yo en este momento). Ha sido tan obvia su presencia estos días que hasta le pregunté: ¿Ganeshita qué onda? ¿qué me quieres decir o qué?
Y pues me respondió con una prueba…
Long story short, me invitaron a dar una clase de yoga una vez a la semana y acepté. Acepté tipo, 100% seguro, SUPER SÍ. Hasta que hace 3 días me di cuenta que super no. Que aunque lo disfrutaría y daría servicio a muchos yogis, es algo que en este momento no vale la pena para mí. No es un buen uso de mi tiempo ni mi energía y si cumplo ahí va a afectar en que me cumpla a mí misma en otras áreas de mi vida.
Pero que egoísta, es mi primer pensamiento…
- Osea solo porque ya se te antojó que mejor no, vas a quedar mal?
- ¿Aparte qué te cuesta darla?, no te cuesta nada, ¿con qué excusa vas a cancelar?
- Si necesitas una excusa, que parezca que no la puedes dar y ya con eso te liberas.
- Tal vez si dices que no te acordabas que ya tenías otro compromiso el mismo día.
- O di que te enteraste de un curso que quieres tomar y es es en ese mismo horario.
- Pero luego si alguna semana subo algo a Instagram ese día a esa hora me van a cachar que no tenía nada que hacer.
- Ok, entonces procura esos días no subir nada y listo, nadie te cacha. O si si pues te inventas que ese día lo tuviste libre por algo.
- ¿Pero qué me inventaría?
- No sé pero ahí ves, ahorita enfócate en la excusa que te haga quedar bien.
Literalmente la discusión en mi cabeza se escucha así. Y estoy muy consciente de que es una discusión MUY tonta. O sea, dentro de la lista de conversaciones incómodas que puedan surgir en mi vida y de los no’s que tenga que dar, este es un no muy fácil, más porque sé que a la persona que se lo voy a decir lo va a entender perfectamente. Y aún así, estoy seriamente considerando inventarme algo para no quedar mal.
Con tal de complacer, estoy dispuesta a decir mentiras “piadosas”, inventarme una historia y echarme peso encima innecesariamente. Seré muy maestra de yoga, muy espiritual, muy consciente, pero en situaciones como esta, al parecer mi instinto es tirar todo lo que predico a la basura. Estoy tan acostumbrada a querer quedar bien, que no me importa si quedo mal conmigo misma.
Y creo que esto nos pasa a muchos. Es tanta nuestra necesidad de validación, de ser aceptados, de caer bien, que no consideramos que muchas veces para decir que sí a alguien más nos decimos que no a nosotrxs mismxs. No podemos ver más allá del miedo al rechazo para darnos cuenta que es más fácil tener una conversación incómoda en el presente que cargar con la incomodidad de la situación a futuro. Que es mejor decepcionar que convertirnos en mentirosos para no hacerlo. Que crear una historia que me tengo que memorizar para “cubrirme” no me libera, sino lo contrario.
Yo no sé a qué hora me convertí en people pleaser. Cuando estaba chica en verdad me importaba un cacahuate lo que la gente pensara de mí, pero con el paso de los años me he ido observando a mí misma cambiar mi programa. Veo como entre más la gente me identifica como positiva, relajada o “feliz todo el tiempo”, menos me permito proyectar lo contrario. Obvio me gusta mi identidad de buena vibra y persona cero conflictiva, y sí es verdad que cada vez se me resbalan las cosas más fácil, pero también reconozco que he usado esta identidad para permitirme evadir problemas o situaciones incómodas con las que me da flojera lidiar. Hay cosas que no se me resbalan y aún así pretendo que sí porque prefiero mantener la paz, evadir el conflicto. Prefiero complacer.
Este ego espiritual me condicionó a querer quedar bien, pero casi 2 años de terapia me han enseñado que tengo que aprender a quedar mal. Que para ser una persona que se ama, no es suficiente comer bien, hacer yoga, ponerme mascarillas, darme abrazos y hablarme bonito. Decir que me amo no significa nada a menos de que tenga las acciones que me respalden allá afuera en el mundo. Es aquí cuando el concepto de amor propio se pone difícil, cuando amenaza tu sentido de seguridad y validación porque requiere que te pongas por encima de los demás.
Así como cuando estás en el avión y te dicen que si salen las mascarillas de oxígeno te debes de poner la tuya primero, antes de ayudarles incluso a tus hijos, una persona que realmente se ama se pone primero SIEMPRE. Esto no es egoísta, es necesario.
En terapia (y experiencia) he aprendido que si por quedar bien con los demás quedo mal conmigo, no me amo. Si por intentar hacer liviano el presente, creo un futuro de ansiedad y dificultad para mí misma, no me amo. Para amarme realmente tengo que tomar el riesgo de incomodar o decepcionar a los demás con tal de asegurarme de que a mí misma no me voy a fallar. Amarme es liberarme de la prisión a la que 100% seguro me van a meter mis inseguridades si se los permito.
Esta fue la prueba de Ganesha… Me puso en una situación en la que me dio la opción de actuar desde mi necesidad de complacer o desde mi amor propio; dar alguna excusa para deslindarme o dar un simple, honesto y amoroso “no”. Estoy orgullosa de que actué de la segunda manera y agradecida de que la persona lo recibió tan bien como esperaba.
Pero habrá otras personas en otras ocasiones que no tomen mis límites de tan buena manera, y eso también está bien. Está bien si alguien más se incomoda con mi no, si no les parece “buena vibra” o easy going de mi parte. Me tendré que recordar que mi única responsabilidad es decirme SI a mí misma. Y de verdad espero algún día tener tantos sí’s acumulados dentro de mí, que ya no sienta la necesidad de volver a buscarlos afuera.
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