Enero a abril fueron de mucho. De mucho verme y abrumarme con la incomodidad de lo que ya no funciona en mi vida, lo que exigía cambio y al mismo tiempo no quería cambiar. De un lado aferrándome a lo cómodo, lo seguro, lo conocido. Del otro una vocesita recordándome de lo que soy capaz, lo que mi vida puede ser. Hay veces que los cambios suceden sin resistencia, y hay veces que tanta resistencia al cambio es lo que eventualmente te hace hartarte de ti mismx y te lleva a cambiar.
El segundo tercio fue transicionar sin saber a dónde, a qué. Fue de explorar, ir de lado a lado del espectro a vivir los opuestos, ver qué hay ahí. Conocer, disfrutar, y reconocer de nuevo el valor del centro. Fue de soltar cosas que no sabía que tenía atadas y de atar también cabos que estaban sueltos. Fue de observar mis miedos y actuar a pesar de ellos. Fue de confiar y ser paciente en esperar lo que es mío. Fue de rendirme, rendirme y rendirme de nuevo. Permitir que se moviera lo que se tuviera que mover sin querer controlar, y de tomar control sobre lo que me toca mover a mí. Fue de prepararme con certeza y humildad.
No sé que traiga el tercer tercio, pero se siente emocionante estar parada en el inicio. Mucho de lo que al principio del año se sentía enorme ya se siente natural. Mucho de lo que pensé que sería fácil dominar sigue siendo un reto, y hay ahora muchos retos que estoy abrazando e invitando. No sé de qué se vaya a tratar este último tercio, ni quien seré cuando el año concluya. Pero sé quien quiero ser, sé cómo me quiero presentar y sé cómo se siente la congruencia. Tercios 1 y 2 me prepararon para este tercero, siempre todo está ligado. Lo difícil es lo que permite la ligereza en el futuro. La dificultad es la que te hace expanderte para poder contener cada vez más. Día con día subiendo escalones, y tercio con tercio un nuevo nivel.
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